A veces hago pasta fresca en casa, no es complicado y tengo la suerte de disponer de una máquina para estirarla, aunque antes de contar con ella, la estiraba con el rodillo y el resultado era estupendo igualmente. Lo digo para que nadie se desanime y prepare pasta en casa aunque no tenga la máquina.
Llevaba tiempo queriendo dar color a la pasta, aunque no acababa de decidirme, pero como cada cosa tiene su momento y para todo hay una primera vez, ahora ha llegado ese momento y esa primera vez para mi pasta colorida.
Ha quedado de un color rosado que contrasta con la salsa. La mezcla de sabores es una maravilla para las papilas gustativas que saltan de alegría. Estoy convencida de que os va a encantar.
INGREDIENTES (para 4 personas):
Para la pasta:
- 200 gr. de harina de trigo
- 1 huevo grande
- 75 gr. de remolacha cocida y triturada
- 100 gr. queso cremoso
Para la salsa:
- 1 pera grande o 2 pequeñas
- 150 ml. de caldo de verduras
- 100 ml. de vino blanco
- 1 cebolla mediana
- 1 diente de ajo
- 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
- 1 cucharada de mantequilla
- 1 puñado generoso de nueces
- 1 cucharada de zumo de limón
- 100 gr. de queso azul suave
- orégano a gusto
- pimienta negra molida a gusto
- sal
PREPARACIÓN:
Comenzamos preparando la pasta. Para ello ponemos en un bol la harina, hacemos un hueco en el centro y echamos el huevo y la remolacha bien escurrida, hay que procurar eliminar la mayor cantidad de líquido posible. Mezclamos todo hasta que obtengamos una masa homogénea y no demasiado dura ni pegajosa. Formamos una bola y dejamos en el frigorífico, al menos media hora.
Mientras la masa reposa, quitamos la piel a la pera, le retiramos el corazón y cortamos en dados pequeños. Ponemos un cazo al fuego con el caldo de verduras (si no tenéis uno hecho en casa, podéis prepararlo con agua y un cubito de caldo de verduras) y el vino. Cuando comience a hervir, ponemos la pera, reducimos a fuego medio-bajo y dejamos unos 12 minutos. Retiramos del fuego, escurrimos la pera y guardamos el caldo. Reservamos.
Pelamos la cebolla y la cortamos en rodajas finas, pelamos el ajo y lo majamos un poco. Ponemos una sartén al fuego con el aceite y mantequilla y pochamos la cebolla y el ajo. Cuando la cebolla esté pochada, echamos las nueces troceadas, el zumo de limón, la pera, orégano y pimienta a gusto y un pellizco de sal (no demasiada porque el queso tiene su punto salado, luego al final de la elaboración se rectifica la sal si es necesario) y algo menos de un vaso del caldo de las peras. Dejamos cocinar todo junto un par de minutos y agregamos el queso azul troceado, removemos con cuidado hasta que se funda. Probamos por si hubiera que rectificar de sal y reservamos.
Volvemos a la pasta. Ponemos harina en la encimera, extendemos ligeramente la masa y comenzamos a estirarla con la máquina o con el rodillo de amasar. Hay que poner harina cada vez que estiremos, pero no en exceso, la justa para que no se pegue la masa que tiene que quedar elástica y manejable.
En las láminas de masa que obtenemos, vamos colocando un poco de queso cremoso, cerramos bien los bordes y damos forma al ravioli. Se pueden hacer cuadrados o redondos, no tienen que ser perfectos, pero sí procurar cerrarlos bien para que al cocerlos no se salga el relleno.
La salsa la ponemos a calentar en una cacerola a fuego suave y la mantenemos caliente, pero sin hervir.
Ponemos una olla al fuego con abundante agua y cuando comience a hervir añadimos sal. Echamos los raviolis con cuidado, de uno en uno. Cuando suban a la superficie, estarán listos. Los escurrimos y vamos echando en la cacerola donde tengamos la salsa caliente. Subimos el fuego de la salsa para que alcance temperatura y se mezclen los sabores con la pasta, un par de minutos será suficiente.
Servimos y a disfrutar.
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